LA CLAVE DEL COMERCIO EXTERIOR

En los últimos años, la economía internacional ha sufrido cambios importantes de los que México no ha podido mantenerse ausente, dado su alto grado de inserción en la economía mundial por un lado, y a la importante cercanía al principal motor de esta en los últimos tiempos, los Estados Unidos por otro. Desde que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLCAN), el 1 de enero de 1994, México se transformó en un destino atractivo de inversiones extranjeras para muchas empresas transnacionales y enfocó un modelo de desarrollo orientado al exterior. Posteriormente, como parte de una política comercial con un claro objetivo liberalizador, el país suscribió nuevos acuerdos comerciales con otras naciones de la región en Centroamérica y América del Sur, así como también con la Unión Europea, Israel, la Asociación Europea de Libre Comercio y últimamente con Japón.

Después de diez años de la aplicación de una política comercial con un claro objetivo aperturista y liberalizador, cuyos ejes centrales han sido: aumentar el comercio exterior y la atracción de inversión extranjera directa como elementos dinamizadores del crecimiento económico, es el momento de hacer una evaluación del proceso.

El comercio exterior, que tradicionalmente ha sido el motor del crecimiento en muchas economías, también lo ha sido para México, que actualmente es considerada como una de las economías con mayor apertura, ya que ha firmado 12 TLC?s. La apertura comercial, que inicia desde mediados de los noventa (1994), cuando el país decide enfrentar una nueva etapa liberalizadora mediante la búsqueda de nuevos negocios en el mercado internacional, arroja en la actualidad cifras de exportación para septiembre de 2010 de $25,301.8 millones de dólares, así como el aumento de la inversión extranjera directa, que en el segundo trimestre de 2010 fue de $7,364 millones de dólares.

México necesita de los mercados mundiales para poder mantener su estrategia de comercio exterior, pero la vía de las negociaciones bilaterales no ha dado los resultados esperados, ya que expuso a la competencia a muchos sectores que hoy se revelan postergados, especialmente en la agricultura como se demuestra en el caso bien documentado de la cadena agroalimentaria del arroz, en que a las pérdidas de producción, se le ha de sumar las pérdidas en empleo.

Se debe de apoyar a las empresas mexicanas a exportar, ya que los ingresos generados por las ventas al exterior permiten dejar a un lado la dependencia histórica al petróleo.

Los sectores ganadores del comercio exterior han sido los relacionados a la inversión extranjera, es decir las empresas transnacionales que han optimizado sus beneficios sobre la base de explotar la principal ventaja comparativa de México: La mano de obra barata. Sin embargo, esta ventaja comparativa ha sido minada con el surgimiento de China como un nuevo centro de producción para industrias intensivas en mano de obra no calificada de bajo costo, pese a la enorme distancia que separa a los Estados Unidos de la China, hay empresas que han movido sus centros de producción a dicho país. De continuar este proceso, la amenaza para México resulta muy seria, sobre todo si hay otros sectores además de la manufactura que se ven amenazados por otras asimetrías reales entre México y los Estados Unidos. Por ejemplo, los agricultores mexicanos no poseen el capital, ni subsidios para la producción y la exportación con la que sí cuentan sus homólogos estadounidenses, canadienses, japoneses y europeos.

En nuestro país, el comercio exterior representa un instrumento primordial para lograr el crecimiento económico. Es por lo anterior que la desgravación ha llegado cerca del techo y aún así se analizan la firma de nuevos tratados comerciales con países como Brasil y Corea del Sur.

Una alternativa sería la ampliación de aquella oferta exportable basada en el conocimiento y en la agregación de valor, es decir en el crecimiento endógeno atribuido a las empresas locales y enfocadas al comercio exterior, especialmente a las pequeñas y medianas empresas, actores claves en una estrategia de desarrollo productivo que pondere la existencia de redes nacionales entre empresas y entre sectores.

Fuente: Pro México

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