Una familia de migrantes centroamericanos intentaba cruzar la frontera. Con el río Bravo de fondo, varios militares los persiguieron e interceptaron. Dos mujeres y una niña fueron detenidas mientras los hombres lograban escapar y se internaron en territorio estadounidense.
La imagen es bastante común en una frontera que millones de personas han cruzado en búsqueda de una mejor vida, con una salvedad: no se trataba de la Border Patrol u otro cuerpo de seguridad estadounidense, sino que eran elementos de la recién creada Guardia Nacional mexicana y las detenciones se hicieron todavía en nuestro territorio. Las fotografías fueron difundidas por agencias internacionales de noticias. Unos días antes, el presidente López Obrador anunció que en los trayectos a lo largo del país se pediría su identificación a las personas para evitar que migrantes ilegales viajaran en autobús u otros medios, por lo que pedía la cooperación de las empresas.
En cuestión de unas semanas, la política de migración, con la que se ha aterrorizado a los millones de nuestros connacionales en Estados Unidos, cruzó la frontera hacia el sur y se implantó en México. En una especie de esquizofrenia nacional, México se preocupa por la terrible discriminación y acoso que sufren los mexicanos por parte de las autoridades estadounidenses y pone nuestros consulados a su servicio, pero no tiene empacho alguno en aplicar medidas similares con los migrantes centroamericanos que cruzan por su territorio. Estas acciones tienen un amplio respaldo nacional: de acuerdo con diversas encuestas, alrededor de 75% de los mexicanos creen que México debería deportar a todos los migrantes centroamericanos sin documentos y 67% creen que debería militarizarse nuestra frontera sur. Pero, que las medidas sean populares, no necesariamente implica que sean correctas.
La política migratoria mexicana no sólo es una contradicción con la historia y la tradición de nuestro país, sino que, en una búsqueda por quedar bien antes los ojos de Trump, podría estar dándole aún más municiones para alimentar la xenofobia de un sector estadounidense que mira a los latinos con los mismos ojos, sin importar si son mexicanos, hondureños o guatemaltecos.
Algo de esto puede verse en un tuit que puso la semana pasada Donald Trump, en el que decía: “La próxima semana ICE [el Servicio de Inmigración y Aduanas] comenzará el proceso de remoción de millones de migrantes ilegales que han encontrado ilícitamente un camino hacia Estados Unidos. Serán removidos tan pronto como lleguen. México, usando sus fuertes leyes migratorias, está haciendo un muy buen trabajo deteniendo gente…”. En una conferencia posterior, el titular de ICE anunció que tenían planeado detener y deportar a cerca de dos mil familias identificadas en diez ciudades diferentes. La medida ha sido pospuesta por dos semanas como una forma de poner una escopeta, una vez más, frente a los demócratas para que hagan cambios a las leyes migratorias y las endurezcan aún más, pero ahora Trump tiene un nuevo argumento: “las cosas están tan fuera de control que hasta México nos está ayudando”. En las felicitaciones de Trump está la celebración de que tiene un nuevo muro, uno militar, y México está pagando por él.
Fuente: La razón