En México, se estima que el ferrocarril transporta apenas 7% de las gasolina que se consume en el país, por debajo de los ductos y el autotransporte.
El ferrocarril de carga está dispuesto a sumarse a las estrategias para disminuir el desabasto de gasolina en el país, como lo sugirió el presidente Andrés Manuel López Obrador. Ferromex, de Grupo México, afirmó que ya está colaborando para atender dicha problemática.
“La red ferroviaria de Ferromex está lista para atender la necesidad de transportar grandes volúmenes de combustible, de manera eficiente y segura. Apoyaremos la estrategia del gobierno federal con todos los recursos posibles”, comentaron fuentes de la empresa.
Ayer el mandatario señaló que además del apoyo de las empresas de la Cámara Nacional del Autotransporte de Carga (Canacar), con quien el sábado iniciaron un programa de abasto emergente de gasolina, se apelará a otros medios de transporte. “Vamos también a transportar combustible por ferrocarril, ya se está explorando esa posibilidad y los concesionarios de ferrocarriles están cooperando”, explicó.
Sin embargo, la Asociación Mexicana de Ferrocarriles (AMF) no hizo ningún pronunciamiento al respecto como cabeza de sector privado, lo que sí hizo Ferromex, que tiene presencia en 24 estados conectando con Estados Unidos (entre ellos el Ciudad Juárez- El Paso, fundamental para el segmento de hidrocarburos).
Se estima que por ferrotanque se distribuye cerca de 7% de la gasolina en el país, por debajo de los ductos y el autotransporte.
Ferromex, de acuerdo con su área comercial, cuenta con la “flexibilidad” para transportar grandes volúmenes de hidrocarburos (cerca de 70,000 barriles por tren unitario con productos como gasolinas, diesel, turbosina o gas LP).
Según información del Instituto Mexicano del Transporte (IMT), el transporte de hidrocarburos por ferrocarril es 1.7 veces más eficiente que en camión, sobre todo en largas distancias, aunque tiene un periodo de planeación mayor y su respuesta no puede ser tan rápida como en el autotransporte de carga.
Fuente: El Economista