La industria automotriz mexicana puede lidiar con las reglas del nuevo acuerdo de entendimiento comercial con Estados Unidos y mantener volúmenes de producción.
Cuando, el 27 de agosto, Donald Trump anunció, en una conferencia de prensa (en la que Enrique Peña Nieto estuvo presente vía telefónica), que su gobierno había alcanzado un acuerdo de entendimiento con México para un nuevo Tratado de Libre Comercio, los analistas interpretaron que el mandatario estadounidense se anotaba una victoria política.
Para México, la ganancia de ver terminada la incertidumbre sobre si Estados Unidos se retiraría del acuerdo había implicado sacrificios. El más grande, según analistas, fue en materia automotriz. El acuerdo eleva el contenido regional de los autos producidos en México y exportados a Estados Unidos de 62.5% a 75% y establece que el acero utilizado en las unidades debe provenir en 70% de Norteamérica y que 40% del valor de los autos (45% en el caso de las pickups) tendrá que ser manufacturado en plantas de Norteamérica, donde el salario de los obreros sea de cuando menos 16 dólares la hora.
Cumplir estas exigencias obligará a realizar cambios en la proveeduría y mudanzas de procesos de producción. Pero la novedad más drástica para la industria automotriz mexicana es que se le pone un límite: sólo podrá exportar a Estados Unidos, con arancel cero, un máximo de 2.4 millones de vehículos (hoy exporta 1.7 millones) y 108,000 millones de dólares (mdd) en autopartes.
“Las condiciones sobre contenido regional implican cambios, pero las automotrices pueden absorberlos como parte de la planeación de sus sistemas de costos. Por otro lado, el tope en las cantidades de exportación nos dice que no habrá espacio para incrementar la producción, al menos no la que se envía a Estados Unidos, el principal mercado”, dice Manuel Valencia, director de las carreras de negocios del Tecnológico de Monterrey. “El mayor objetivo era proteger la capacidad instalada que ya existe en el país”.
Estados Unidos buscaba enviar el mensaje de que protegía su industria ante la idea de que México resulta más atractivo para la producción, indica Armando Bravo Ortega, consultor automotriz independiente.
México es el cuarto exportador de autos en el mundo, después de Estados Unidos, Alemania y Japón. La industria automotriz representa 2.9% del Producto Interno Bruto, emplea a 2 millones de personas y equivale a casi 17% de toda la manufactura del país.
“Establecer una cantidad determinada permite que Estados Unidos no sienta una ‘amenaza’ ante las exportaciones procedentes de México. En tanto, nuestro país protege la inversión que ya se realizó, con un pequeño margen para crecer desde los niveles actuales”, agrega Bravo, fundador del Centro de Desarrollo para la Industria Automotriz en México.
Valencia ve un aspecto positivo en todo esto. El contenido regional exigido, de 75%, es una oportunidad de desarrollo de proveeduría nacional, señala. “Hoy, las automotrices ya saben cómo será el auto modelo 2022; entonces, también tienen margen para reacomodar la proveeduría y cumplir la regla de contenido regional”, explica. “Cuando se firmó el TLCAN, el contenido regional era de 40%, y no fue un problema llevarlo a 62.5%. Ahora es [cuestión de] aumentar los materiales regionales y eso da oportunidad de tener más proveedores locales”.
Fuente: Forbes