Si creíste que la guerra comercial entre Estados Unidos y China terminó el pasado 15 de enero, estás disculpado.
Si creíste que la guerra comercial entre Estados Unidos y China terminó el pasado 15 de enero, estás disculpado. El presidente estadounidense, Donald Trump, frente a una sala abarrotada de líderes empresariales y de sus presentadores de televisión favoritos, declaró la victoria comercial.
“Juntos, estamos enderezando los errores del pasado y ofreciendo un futuro de justicia y seguridad económica para los trabajadores, agricultores y familias estadounidenses”, dijo el presidente.
La pantalla dividida de Washington D.C. fue ruda. Mientras el juicio político se apoderaba del Capitolio, el presidente estaba en la Casa Blanca reempaquetando un reducido acuerdo comercial en un esfuerzo por cumplir sus promesas electorales.
El economista político Greg Valliere llamó al acuerdo comercial “un salvavidas, justo a tiempo” para un presidente que enfrenta un juicio político y también una victoria para los inversionistas cansados de la guerra comercial. “La incertidumbre que plagó a las pequeñas empresas y a los agricultores estadounidenses disminuirá mientras Trump esté jactándose (de él) en su campaña durante los próximos meses”, señaló Valliere.
Pero este no es el acuerdo comercial que el presidente se propuso forjar hace dos años. Ni siquiera es el amplio pacto que se vino abajo en mayo.
Y aunque existen logros notables para Estados Unidos en protección de propiedad intelectual y una promesa sobre transferencias de tecnología forzadas, el gran compromiso sobre la agricultura básicamente corrige el daño causado por la guerra comercial.
Además, este acuerdo deja los mayores problemas para más tarde.
No aborda la ciberseguridad o el esquema masivo de subsidios industriales y empresas estatales de China. (Estados Unidos está ahora trabajando con Japón y la Unión Europea para abordar los subsidios chinos a través de la Organización Mundial del Comercio).
Fuente: Expansión