México es un país con gran capacidad de crecimiento, con gran capacidad exportadora, pero que, sin embargo, ha experimentado una fuerte reducción en los flujos de inversión extranjera directa.
La economía mexicana no atraviesa su mejor momento. Pese al ventajoso resultado que ha obtenido el país tras las tensiones entre Estados Unidos y China, la economía mexicana sigue proyectando crecimientos muy moderados para los próximos trimestres, no superiores al 1%. Unos crecimientos que mejoran respecto a la contracción que cosechó la economía en el primer trimestre.
En esto han coincidido los principales organismos internacionales. En primer lugar, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha aplicado varios reajustes, a la baja, para las previsiones de crecimiento de México. El Fondo Monetario Internacional, al igual que la OCDE, también ha rebajado las previsiones de crecimiento para el país azteca, aunque, en este caso, de una forma más pesimista.
En el caso de las agencias de rating, estas han decidido reducir el rating crediticio de México, eliminando el plus y dejando su calificación en un triple B. En este sentido, a nivel internacional, el consenso proyecta unos crecimientos para los próximos meses que oscilarán entre el 0,6%, siendo este el peor de los escenarios, y un 1,8%, siendo este último el mejor, y más improbable, de los escenarios posibles.
Pero no queda todo ahí, los organismos internacionales no han sido los únicos en pronunciarse sobre la desaceleración de la economía mexicana. El Banco de México, uno de los organismos más optimistas con las proyecciones para los próximos meses, ha reajustado las previsiones del 2,1%, en el mejor de los escenarios, al 1,8%, como el ritmo más elevado de crecimiento proyectado. En el peor de los escenarios, el organismo ha llegado a proyectar crecimientos mínimos del 0,8%, respecto al 1,1% que, a priori, proyectaban.
La desaceleración de la economía mexicana, muy impulsada por la ralentización en el consumo, comienza a mostrar sus consecuencias. Unas consecuencias que, en este momento, se ven eclipsadas por los acuerdos logrados con Estados Unidos, que han llevado a México a posicionarse como el primer socio comercial de Donald Trump, impulsando así el volumen de exportaciones con el país azteca.
Esta situación, de prolongarse en el tiempo, podría reorientar la situación, puesto que gran parte del porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB) mexicano está supeditado a las exportaciones. Según el Banco Mundial, esta ratio muestra que las exportaciones de bienes y servicios en México representan el 38% del PIB, por lo que hablamos de que un gran peso de la economía mexicana se sostiene con las exportaciones.
Unas exportaciones que, como hemos dicho, no cesan su crecimiento. Menos aún, cuando Donald Trump ha intensificado el volumen de transacciones a través de los acuerdos de comercio que acordó con México para subsanar la gran contracción que sufrieron las exportaciones del vecino del norte con Asia. Por ello, todo dependerá de las negociaciones entre Washington y China, pero este giro de última hora podría dar a México ese dinamismo que, por otro lado, está perdiendo.
México es un país con gran capacidad de crecimiento. Un país con gran capacidad exportadora, pero que, sin embargo, ha experimentado una fuerte reducción en los flujos de inversión extranjera directa. El país, tras lo sucedido con las elecciones, no ha gozado de esa confiabilidad necesaria para atraer capital extranjero, lo que ha potenciado esta desaceleración.
Además, por otro lado, las políticas económicas adoptadas en el país no están surtiendo el efecto esperado, lo que está provocando un mayor grado de incertidumbre para los ciudadanos, que han moderado los niveles de consumo ante posibles shocks en la economía. Unas moderaciones en el consumo que algunos economistas acusan a un efecto más bien cíclico que político.
El sector privado en México muestra grandes signos de vulnerabilidad. La incertidumbre que viven las empresas ante los cambios en materia regulatoria pone en vilo la creación de empleo, que registra grandes, y rápidos, descensos. Un sector privado que, a su vez y como hemos dicho, también registra grandes descensos en los flujos de capital del extranjero, reduciendo así la inversión y, por ende, el gasto.
Otro factor determinante para el país ha sido el de Pemex, que atraviesa uno de los peores momentos y que está generando un “efecto contagio” en la economía mexicana, así como a otros activos financieros en el país. La difícil solución sobre la deuda que soporta la petrolera pone en ascuas el sistema, el cual sigue cosechando signos de debilidad y gran vulnerabilidad.
En resumen, como hemos dicho, la situación para México sigue siendo muy incierta. Tras la contracción, un movimiento alcista que devuelva a México un mayor dinamismo en el PIB significaría un fortalecimiento de la economía. No obstante, la situación de México en la economía mundial sigue siendo muy débil, por lo que las decisiones en materia de política económica deberán mirarse con lupa.
Para el presidente, AMLO, los crecimientos en la economía mexicana se darán pese a lo ocurrido con la economía, no obstante, el presidente si ha reconocido que estos crecimientos “serán más bajos de lo esperado”. Unas declaraciones que coinciden con las declaraciones emitidas por el consenso de economistas, así como por entidades privadas como la británica Barclays Bank.
Fuente: Forbes México